06 febrero 2009

La temporada



LA TEMPORADA

Y bien,
el que plantó su sol
que lo disfrute.

El universo es una hoja en blanco;
la mano que te lleva,
el corazón de todos estos siglos.
Vanidoso.


Tú, señora, dama de la morenía, dama,
permíteme que suene,

qué he de hacer,

y que me encienda.

Es la tierra un espacio sin límites,
lugar de pedrería y terrería y agua de sentimientos
por donde a veces paso
estirando los hilos de mi alma.

Unas veces el pez y su pescada,
otras veces el toro con su vaca,
otras el pájaro y fulana.
Yo decía, señora, que a parejas.


A poco de vivir cogí candela;
fuego de todo el día,
luminaria de siglo me alumbraba;
luego vine a las patas, como araña,

como cosa de menos,
como era natural;

es la tierra, ya dije, lugar de arrastrería.
Un tronido de luces
me cambiaba los pies en esperanzas;
qué bueno que crecí de otra manera.

Porque la tierra es lugar para perderse.
Mata del alma, flor de sangre,
fruta mojada y endulzona, tierraprieta.

Una sangre iba, otra venía
y en el sueño un ángel
jugaba a la baraja
perdiendo cabezas de amadores;

oh doscientos mil carajos de ese año
en que dejé pintada mi mejor sonrisa
en las paredes –ay cáustica palabra–, enamorado.


Ya lo ven: es la tierra tan grande y tan pequeña
si se ve desde el sol que la calienta.

La tierra es un lugar de maravillas,
no vayas a morirte nunca.

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