28 abril 2009

Canción del padre



CANCIóN DEL PADRE

Nos juntábamos para reírnos;
es de entonces que tengo esta afición al canto
en vez de la blasfemia; para reírnos
nos juntábamos. Vuelvo a insistir
en el amor;
alguna vez acabará de regarse nuestro polvo
por los cinco continentes y el mar. Querré estar
muchas horas mirándole,
me quedaré como una placa fotográfica, quieto,
mirándole.
Una vez una mujer me iba a tener un hijo ¿sabes?
y me tuvo un tumor para mi eterna desesperación.
Unos pintan el sol y otros la luna, otro retrataba
la cara de los que se iban y de los
que se quedaban. Querré que se parezca a los dos
y que mire a fondo
y que se ría; se reía,
del mal se me reía, ya no sé ni qué es lo que recuerdo,
se reía
y aquí tengo metida aquella risa.
Siempre, a pasto bajo el sol,
a calzón quitado lo digo:
álguienes se van
pero álguienes se quedan. Por cualquier cosa
abríamos la boca de la risa. Querré mirarle
horas enteras; nunca tenía calma, padecía de deambular;
querré que mientras le miro
no exploten las toneladas atómicas que almacenamos
cuando no nacía.
Nos juntábamos para reírnos
(ayer en la mañana, anoche, hoy mismo a medio día).
Querré acostumbrarme a su pequeña fuerza; todos los días
tenerle, todos los días ¿lo oyen?
Que me tenga. ¿Por qué no habría de ser así si mi
corazón es sólo una flor grande?
Nos juntábamos para reírnos. Era indefinible
y su alma, dicen, buscaba avecillas
para alimentarse. Pero a costa de nuestros días juntos,
a costa de la enfermedad,
a costa de la alegría loca de nuestra desnudez,
(nos perdíamos) no me tuvo
sino la inquietud con que fabrico historias como ésta.
Un día,
un día querré...



Escúchalo en voz de Marta Aura:


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