Hoy hace un año del homenaje en el Palacio de Bellas Artes. No tengo ni la invitación ni fotos solo la memoria. Veo la inmensidad del lugar y el gran telón, imágenes y palabras, se huye de lo institucional, de lo acartonado, sé que detrás está la mano de Enzia Verduchi y la de Enrique Strauss, los dos trabajaron con él, y aquí construyeron un ambiente que me hizo sentir a Alejandro.
De todo lo que se leyó, incluyo hoy el texto de Marta Aura. Lo leo y oigo su voz, cálida, emotiva. Resuenan fuertes y largos aplausos. Gracias Marta.
Buenas noches, escribí estas líneas acerca de Alejandro aunque yo no soy escritora ni nunca lo he sido, yo, como actriz solo sé sentir, y lo que siento ahora es una infinita tristeza que nunca antes había sentido.
A pesar de eso quise estar aquí para decir algo acerca de lo que significó Alejandro para mí, y hablar un poco de su historia que sin lugar a dudas soy la que convivió más años con él, sólo porque fui su hermana mayor.
Fueron 64 años en los que compartimos tantas cosas. Por principio de cuentas nuestra infancia que fue muy dolorosa por pertenecer a una familia disfuncional y con muchas carencias de todo tipo, nuestras primeras inquietudes hacia la poesía primero; yo, sólo declamando y él, declamando y escribiendo desde que era un adolescente. Nuestros primeros acercamientos al mundo del arte: cuando nos metimos al INJM, que dirigía mi querido Xavier Rojas, él vivía en el mismo edificio de departamentos de Gabino Barrera No. 3, donde pasamos nuestra infancia y nuestra adolescencia, en la Colonia San Rafael, no como han dicho en muchos periódicos que en la Colonia Obrera, esa ni la conocíamos entonces. Xavier ya era un hombre cuando nosotros aún éramos niños, pero nos llamaba la atención el que hubiera tantos jóvenes que iban a ensayar a su departamento, ahora que lo pienso tal vez por eso fuimos a dar al INJM, no lo sé, Alejandro era siempre el que habría las puertas y yo su seguidora, porque aunque soy su hermana mayor nunca me sentí así, yo siempre lo buscaba para consultarle mis pasos a seguir y no es que me dijera qué hacer, simplemente era una necesidad mía de mantenerlo informado de todo, todavía en mi último viaje a Madrid unas tres semanas antes de que muriera, nos sentamos a platicar muchísimo, y me preguntó por todos y cada uno de mis hermanos, de mis hijos, de los hijos de todos, hasta el último momento yo fui su informante, y no solo de la familia, también de los amigos y de los compañeros del medio, así que todos aquellos que piensan que él ya no supo nada de ustedes, quiero decirles que sí supo que yo le conté, claro que desde mi perspectiva. Alguna vez cuando éramos jóvenes me dijo que yo escribiría su biografía, cosa que veo difícil, no sé como podría escribir una biografía si con trabajos pude escribir esto.
Nos fuimos a vivir juntos María Elena, Alejandro y yo, él tenía 16 años, y medio, yo 18 y Ma. Elena, la grande, 21. La verdad ahora que lo veo a la distancia éramos muy jóvenes pero entonces nos sentíamos adultos y dueños de nuestro futuro, y así, empezamos a vivir con una gran intensidad.
Teníamos una madre muy estricta que no nos dejaba ni siquiera tener la luz prendida después de las 10 de la noche, así que ya se pueden imaginar lo que era para nosotros la libertad de leer hasta que se nos diera la gana, sin tener a nadie que nos dijera “apaga la luz”, así que, pasábamos las noches enteras leyendo, tomando café y discutiendo los libros de tantos grandes escritores. Así fue como descubrimos a Fuentes, a Sartre, a Camus, a Hesse, a Paz, allí empezamos a soñar con un futuro maravilloso, teníamos todo para lograrlo, bueno al menos eso era lo que creíamos entonces y en ese sentido pienso que Alejandro lo logró, y yo sigo aquí luchando por alcanzar algo de mis sueños, cuando consiga lo que quiero habré cerrado mi ciclo y entonces lo alcanzaré, mientras tanto me mantengo como él dice: “construyendo lo que sigue”.
Lo recuerdo todas las noches contando las sílabas con las manos, dando pequeños golpecitos en la mesa para medir sus versos. Fueron años muy intensos como ha sido toda nuestra vida. No creo que nadie que la haya compartido con él no confirme esto, fue un hombre que vivió con una gran intensidad, amaba cada día que vivía y lo disfrutaba de verdad, allí está hasta el penúltimo día de su vida, en el blog, que todavía se atrevió a decir desde el hospital: mañana les cuento como andan las cosas por acá.
Empezamos a trabajar haciendo teatro clásico español en el Canal 11 de T.V. Entonces él era muy amigo de Sergio Jiménez, con él compartíamos hasta nuestros primeros sueldos.
Fueron épocas muy difíciles económicamente hablando pero llenas de entusiasmo. Luego entramos al Instituto Nacional de Bellas Artes a estudiar la carrera de Arte Dramático.
También participamos en el movimiento del 68, como la mayoría de los jóvenes de esa época, movimiento que nos marcó para siempre. No puedo olvidar el día en que los soldados nos sacaron del Zócalo. Estábamos allí en pequeños grupos, cantando con Óscar Chávez acompañado por su guitarra, Tehua también cantando con su delicada voz y de repente se abrieron todas las puertas del Palacio Nacional y tuvimos que echar a correr por todo 5 de Mayo y recuerdo a Alejandro con una bocina tranquilizando a los compañeros, pidiéndoles que se dispersaran, que se fueran a sus casas que no provocarán, después nos fuimos al Sanborns de Lafragua para comentar, en ese entonces era uno de nuestros refugios. Nunca olvidaré todas esas marchas, quizá la más impresionante para mí fue la del silencio y de milagro no estuvimos en Tlaltelolco, de eso, por lo menos a Adam y a mí nos salvo nuestro hijo Simón, que no tuvimos con quien dejarlo, razón por la que no asistimos.
Hicimos de todo para sobrevivir, bueno quiero decir, en cuanto a negocio. Me acuerdo cuando pusimos la Boutique que por supuesto se llamaba “Aura”, siempre nos gusto nuestro apellido, hacíamos la ropa con nuestras propias manos, en ese negocio éramos los tres, Adam mi marido en ese entonces, Alejandro y yo. A mí me tocaba coser la ropa y ser la vendedora, y a Alejandro y Adam, diseñar y cortar, comprábamos telas muy finas, sedas y crepes en la Casa Armand, porque según decía Alejandro todo tenía que venderse carísimo para que ganáramos mucho dinero, él siempre pensaba en grande, desafortunadamente fuimos un fracaso, pero como el lugar ya estaba allí en Mariano Escobedo, muy cerca del Seps, donde venía casi todos los días Efraín Huerta que en esa época era muy amigo de Alejandro, se hacían unas reuniones muy ricas, así que para no dejar el lugar a Alejandro se le ocurrió que se convirtiera en Galería, y se asoció con Carlos Bracho, no se vendía nada tampoco, pero esto se acercaba más a nuestras inquietudes. Allí empezamos a hacer lecturas de poesía y presentación de libros.
Para esto ya se había casado y divorciado dos veces y había tenido a su hija Cecilia que desafortunadamente se le adelantó y murió el año pasado en Noviembre. Ceci, era hija de Elsa Cross que fue la primera esposa de Alejandro, ellos se conocieron en el taller de Arreola, al que asistían también José Agustín, Agustín Monreal, Andrés González Pagés, Juan Tovar, todos ellos muy amigos de Alejandro.
Un pequeño fragmento de su libro “Volver a casa”, les mostrará como éramos entonces:
Nos convidábamos agua
unos a otros;
el que tenía sed
abría el grifo
por donde la buena voluntad
de los demás
salía;
luego le agregábamos azúcar
y zumo de limón
y nos bebíamos la frescura
de nuestras comuniones.
Así éramos,
no os quepa duda.
Luego le dio por irse a viajar a conocer el mundo, mientras tanto yo seguía con Adam haciendo teatro, bueno en realidad Alejandro hizo muchas cosas en el transcurso de su vida y yo sólo teatro, bueno, también cine televisión y radio, todo lo relacionado con la actuación, ni los negocios ni nada más se me da. Bueno eso y ser madre, porque me siento muy orgullosa de lo que son mis hijos.
Cuando regreso de conocer el mundo; se casó con Verónica Langer, la madre de su hijo Pablo y se vino toda la época del SAI, que fue muy dura para todos nosotros porque perdimos mucho trabajo y una vez más nos decepcionamos de los movimientos, bueno, al menos yo; esa fue la única vez que sentí que Alejandro se había molestado conmigo cuando me regresé a la Anda, pero yo tenía que trabajar, además de que había dejado de creer en el movimiento, de entonces empezó su hermandad con Arturo Beristáin, que luego lo acompañaría casi hasta el final.
Después de separarse de Verónica Langer, se encontró con Carmen Boullosa que sería su compañera de 20 años con la tuvo a María y a Juan, sus pequeñitos. Con ella estaba cuando fue director de Teatro y Danza de la Universidad, juntos pusieron el negocio del Cuervo en la Plaza de la Conchita, luego se siguieron con El hijo del Cuervo que fue de gran éxito. Carmen y Alejandro fueron una buena mancuerna, pues se impulsaron mucho y los dos crecieron artísticamente.
De allí para el real, por lo menos en su caso, todo fue recoger frutos de tantos años de trabajo, sus programas de Televisión en el Canal 11 y en el Canal 13, sus programas de Radio, sus éxitos en El hijo del Cuervo, con su bululú, con Andrés Bustamante, con su espectáculo de Agustín Lara, con las Aureolas, en fin, hasta llegar al Instituto de Cultura que le propusiera el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, que lo apoyó y continuó su amistad hasta el último momento.
En el Instituto de Cultura también hizo grandes cosas, que ya se han mencionado mucho: Los conciertos en el Zócalo, los libros Clubs, el Faro de Oriente, el teatro en Atril, siempre se le estaban ocurriendo cosas. El concurso de Teatro Clásico Griego a nivel Nacional que culminó en un viaje a Grecia con el grupo ganador de Querétaro, esta creo que fue una sus tristezas porque no pudo acompañarlos a pesar de que era uno de sus sueños, ir a Grecia, pero tenía que cumplir con otros compromisos, todavía en estas últimas pláticas que tuvimos en Madrid me dijo que a lo mejor en una de esas se podía ir ahora sí a Grecia para no quedarse con las ganas o tomar un buque de carga para venir a Tijuana a un hospital de medicina alternativa, de esto, todos los que leíamos el blog nos enteramos; siempre soñando hasta el final.
Me parece que pocos han hablado de este proyecto teatral y me sorprende, como si fuera un proyecto menor, no sé porque, será que como siempre el teatro casi a nadie le importa mucho, tal parece que el teatro fuera el patito feo del arte. Yo agradezco todo lo que se haga por él. Y creo que fue la única vez que yo recuerde que se hizo Teatro con presupuesto del Gobierno de la Ciudad, y no obras solo para entretener sino teatro clásico para el pueblo, con funciones a reventar y con actores de la talla de López Tarso haciendo un Edipo Rey. Temporadas largas no de un estreno y otro y otro, se trataba de que la gente se acercara de verdad al teatro clásico. Este era el inicio de un proyecto a largo plazo, después se seguiría con el gran Teatro Universal, luego el Teatro Moderno, hasta llegar al Teatro Mexicano. Desafortunadamente no le alcanzó el tiempo para todos esos planes porque le redujeron el presupuesto y se quedó trunco su proyecto, pero allí está como reto para que otro lo realice. Esta fue la razón por la que renunció al Instituto de Cultura. No le interesaba estar atrás de un escritorio cobrando un sueldo por no hacer nada, esto no iba con él.
No es que nos viéramos ni habláramos diario como otros hermanos, cada uno siempre estaba resolviendo su vida como mejor podía, sin embargo yo asistía con frecuencia a sus comidas de los domingos en Tiépolo, y también procuraba estar en Navidad o en Año nuevo. Y luego vino su partida.
Aquí me permito leer otro fragmento de “Volver a casa”
Un día
abandonaremos
la ciudad de México;
la dejaremos en pie y desierta
para que
las conjeturas
crezcan,
y nos iremos a fundar
en otra parte
nuestras maravillas.
Se fue a Madrid al Instituto de México en España, y allí vino su encuentro con Milagros que sería su última esposa y compañera hasta el final de su vida, una mujer desde mi punto de vista admirable, pues le hizo el camino fácil todos estos años que duró su enfermad. Yo le decía y creo que no sólo yo, sino muchos más que pensamos lo mismo que Milagros era su “Milagrito”.
Este poema que escribió años atrás se lo debió haber escrito a ella, yo creo que ya sabía que se la iba a encontrar:
Por eso, pequeñita,
platito de arroz,
mientras mi corazón estaba seco
me levanté contento
a quererte con los pies y con las manos,
me levanté otra vez sonando mis tambores.
Dirás que no,
pero hoy me levanté a quererte
y a que tú me quieras.
Y se fue a fundar otras maravillas allá a España, y por supuesto hay otras personas que tendrán mucha mayor información que yo. Su gran amistad con María Cortina, que fue la que le presentó a Milagros. Fernando del Castillo, que viajaba a ver a Alejandro constantemente y no se diga sus dos amigos que lo acompañaron durante larguísimos períodos de su vida, los pintores Juan Manuel de la Rosa y Octavio Vázquez.
El apoyo que recibió de la gobernadora de Zacatecas: Amalia García, que fue invaluable.
No quiero dejar de mencionar a sus dos grandes amigos y médicos de cabecera Luis Molina y Roberto Beltrán.
Sólo me queda decir que amé a Alejandro y que su muerte me ha causado un gran dolor, y que ahora no sé quién podrá ocupar su lugar, me siento huérfana, porque aunque mis padres hayan muerto hace muchos años, mientras estuvo Alejandro nunca me sentí así hasta ahora.
Así que me despido de ustedes y como dice él en su poema “Despedida” que ya casi todos conocemos:
Y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.
Agradezco al Instituto Nacional de Bellas Artes y a todas las personas que han hecho posible todos estos homenajes dedicados a Alejandro Aura.
Me siento muy agradecida y muy orgullosa de haber sido su hermana.
Marta Aura.
28 de Agosto de 2008.
28 de Agosto de 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario