En agosto comenzaron los homenajes, y se dijeron muchas cosas sobre Alejandro, buenas claro, evidente, eran homenajes. Los medios también le dedicaron espacio y tiempo. Me fueron llegando esos documentos que archivé en la carpeta “Sobre Aura”. De ahí voy a ir sacando los que no he compartido en este blog. El principal valor que para mí tienen es que son piezas que me permiten componer el rompecabezas AlejandroAuraMéxico, que tanto me fascina. La pieza central la componen los cientos de comentarios que después de su muerte se escribieron en su blog, y todavía siguen llegando.
Gracias Rosario.
Aura
A Milagros con cariño
Rosario Robles
Rosario Robles
Alejandro era un aura para sus amigos, para quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, de tratarlo, de quererlo.
En la campaña electoral de 1997, Cuauhtémoc Cárdenas propuso recuperar las calles que, por aquellos años, les habían sido arrebatadas a los capitalinos por la delincuencia y también por intereses privados que lucraban con los espacios públicos. Llegado al gobierno convirtió esa promesa en una de las principales líneas de acción, pero lejos de lo que se estila ahora con el ejército o de esquemas de tolerancia cero, concibió a la cultura como una de las vías (la otra sería la recuperación de esos espacios a partir de su rehabilitación y la afectación de las mafias que los controlaban) para reconstruir el deteriorado tejido social, fomentar la convivencia pacífica, y devolverle centímetro a centímetro la ciudad a sus habitantes. En este proyecto, Alejandro Aura jugó un papel fundamental. Ese hombre de voz gruesa llegó con una alforja cargada de sueños y convirtió lo que era una dirección concebida más para la burocracia por los anteriores gobiernos en un instituto que inundó la ciudad con una diversidad de manifestaciones culturales. En este proceso, la Plaza Mayor se transformó y ha sido a partir de entonces, ya no sólo lugar para la protesta y la política, sino el mayor escenario cultural que ha habido en el país. Gracias a su iniciativa, que combinaba perfectamente con la concepción que desde el cardenismo se promovía, en ese maravilloso Zócalo se dieron cita el canto, la danza, la música y, en la más pura tradición popular, el cine. Allí estuvieron quienes con sus letras y sus voces han acompañado las luchas libertarias de América Latina, pero también cantantes y grupos de rock que concitaron la presencia masiva de los jóvenes, los mejores espectáculos del Festival del Centro Histórico que, por primera vez, compartía lo que se exhibía en lugares privados, expresiones alternativas como el tecnogeist o Love Parade y la música underground, hasta las bandas más populares. Muchos se dieron cita en esa monumental plaza y cientos de miles de hombres y mujeres, de los más diversos orígenes y sectores sociales, además de tener acceso a todo ello, lograron vencer el miedo y empezaron a recuperar la ciudad.
Pero su iniciativa no quedó ahí. En las esquinas se promovió el teatro en atril, se fomentó la poesía y se reunió para hablar de ello a los mejores, se llevó el cine a las delegaciones, se crearon más de mil libro-clubes (ubicados sobre todo en las zonas populares) y, gesto característico del cardenismo, se acogió y se le dio refugio a escritores perseguidos en sus países, idea patentada por la prodigiosa Carmen Boullosa de la mano de quién ya para entonces le había impreso a la cultura este sello tan particular. Muchas y muy variadas fueron pues las expresiones culturales que Alejandro fomentó o compartió porque como el gran promotor que era jamás le negó el apoyo a las propuestas de otros que, desde la sociedad civil, acudieron a su gobierno para impulsar eventos como la Rosca de Reyes, el festival del pan de muerto que convirtió al Zócalo en un gran altar, o el ajedrez que hizo de ese lugar un gigantesco tablero ganándose para nuestro país todos los récords. Pero además de esta faceta, no se puede dejar de mencionar otras también características de este mexicano ejemplar: la del gastrónomo al que gustaba de compartir su casa pero sobre todo su mesa, deleitando el paladar de sus invitados con platillos de su creación, la del artista que nos sedujo con sus cuentos y poemas (recientemente, su blog fue siempre un punto de contacto, la posibilidad de tenerlo cerca) pero, de manera especial, la del amigo. El hombre que siempre tendió la mano, que jamás regateó afectos y cariños, el que nunca (por convicción de esa que se trae muy adentro) levantó el dedo flamígero porque era antes que nada un libertario. Alejandro fue un aura para sus amigos, para quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, de tratarlo, de quererlo. Fue un hálito, un soplo, un aliento que envolvió al Distrito Federal para lograr que esta maravillosa ciudad de los palacios nunca más fuera igual. Pero no por sus desdichas, sus infortunios, o sus muertes, sino por su cultura. Gracias Alejandro, tú te vas pero tu halo, tu luz, aquí se quedan.
Ser… o neceser
Otra muerte nos golpea fuerte como si con una no bastara. Se fue también Víctor Hugo Rascón Banda. Cuánta pérdida para nuestro país.
Agosto 2008
Creo que de todos los Alejandros, este que menciona la Sra Robles es a quien mas quiero: El que salio a la calle -demostrándonos, como Diógenes, el movimiento andando- a recordarnos que es nuestra, el que nos devolvio la ciudad y nos mostro, al mismo tiempo, que el arte no debe darnos miedo ni esta reservado para para un grupo selecto de iluminados.
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