06 agosto 2009

.. en una tienda de comida china


En este caso más que de un encuentro se trata de un noencuentro.

Ayer fui a la tienda de chinos que está en la calle de Santa Isabel, camino del mercado, es de chinos para chinos, no de chinos para españoles. Y sentí una opresión en el pecho, como si una nada me estuviera rodeando con sus poderosos brazos y me cortara la respiración. Tardé unos segundos en caer en la cuenta de que era la primera vez que entraba sin Alejandro.
Una tienda nada pretenciosa, más bien descuidada, abarrotada, pobre iluminación, un estrecho pasillo que te obliga a, primero, dejar el carro de la compra junto a la caja de pago, y después a caminar estirado, a adelgazarte para no provocar un accidente.
Era una de esas tiendas donde se sentía como pez en el agua, sus ojos recorrían los exóticos y desconocidos productos que solo traen etiquetas en chino, se dirigía con uno de ellos en la mano a las encargadas que se defendían como podían con su escaso español, ¿cómo lo preparo decía Alejandro? Y ellas sonrientes le decían, sí, sí o el precio.
De ellas obtuvo Alejandro la información del restaurante chino, uno de verdad, para chinos, insistió, y sí, lo encontramos, pasó a ser nuestro favorito. Releo en su blog esta entrada: comida china y me asombra, una vez más, el alma que le pone a las palabras.
En esta tiendecita encontró el arroz AAA con olor a jazmín, que desterró a cualquier otro en esta casa, para acompañar los chiles rellenos o para las sabrosas paellas, fue deleite de los comensales:



Ayer se acabó el saco de cinco kilos, y como autómata repetí la rutina que teníamos juntos. Sólo que al entrar en la tienda su ausencia se convirtió en un profundo pozo.

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