Sus poemas
y todos aquellos lugares,
reales o virtuales
en los que encontrar a Alejandro Aura.
14 junio 2009
Canción de la soledad
III
CANCIóN DE LA SOLEDAD
El naranjero con sus naranjas
y el fresero con su pregón
Es fácil comprenderlo: la soledad
es un estado de ánimo y no otra cosa.
(Lo digo porque soy una autoridad en soledades.)
Me hacía falta pasar por esta calle
de enerdecidos vítores y loas (no importa
si los hice yo mismo) para darme cuenta.
Rocío y yo
nos acostamos una vez en los mosaicos del pasillo,
fría la tierra y pequeño nuestro tacto, lástima,
porque me vine a dar cuenta muchos años después.
Sólo de la piel les doy razón; de la piel
hacia adentro y hacia afuera.
Tierra negra, tierra de hoja,
corazón de carretón.
El que no haya tenido la edad que se regrese,
hay demasiadas madres comprensivas en el mundo.
Oh muertos, oh divinos muertos prematuros.
A los alambres de la luz
vino un pájaro y cantó.
Y mientras esto sucede y yo se los platico
un hombre en el espacio mira el globo de la tierra;
un hombre como yo, que usa botones.
Nos acostamos ella y yo bajo un árbol frondoso,
¿no les dije? de la piel para adentro y para afuera,
el día de mi cumpleaños;
no nos molesten, estamos acrisolando
la historia famosa de los prometeos,
van a venir corriendo, lo juro,
pero no podremos recibirlos
con jarras de agua fresca ni con paños blancos
para enjugar el sudor de sus frentes, venían corriendo
a través de kilómetros y kilómetros de eternidad,
no estaremos en el canto vivo ¡qué desesperación saberlo!
pero dejemos al menos nuestra adhesión al espectáculo grandioso
que verán las gladiolas de algún día sobre la faz
de los que estén viviendo entonces.
¿Conformes?
Porque hay tanta cosa y somos tantos
que pasaremos inadvertidos el día del cómputo total,
¡no se hará nunca, no se hará nunca!
Así pues, hagamos el amor,
costales y costales de amor
como almohadas de plumas descosidas
regadas desde una torre de cuerpos
que sobrepase lo que llamamos altura
y que generalmente no alcanzamos.
El que se queda callado está perdido.
Hagamos el amor, niña fea, en los rellanos de las escaleras
de los edificios de esta gran ciudad,
tantas veces aquí ha muerto y renacido mi amor particular,
ah mi patria, mi patria,
a pesar de la edad y arriba y abajo del dinero,
por el gusto y la necesidad,
el vicio, el placer, de no quedarnos callados,
hagamos el amor,
cuando dicen las noticias
que este año se gastarán setentainuevemil millones más
de dólares, esto puede quitarse,
en armamentos.
La soledad, la soledad es verdaderamente inútil.
Porque yo vi claro cómo
él le cargaba los libros y ella
se sentía como estrella de cine a ratos
y le daba risa, y él
se emborrachaba dando vueltas y vueltas
con la gran preocupación
de estar atento a la realidad y al sueño.
Baste,
con una señal que baste...
El alcanfor, el pino y una tarde de lluvia.
El naranjero con sus naranjas
y el fresero con su pregón.
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