Camino del instituto, cuando la juventud era abrumadora y la vida parecía eterna, me encontraba con esta pintada en un muro medio derruido, me detenía un instante a decirla en voz alta para escuchármela, quizá con la ilusión de que algún día pudiera decírsela a alguien.
Y ese alguien fue, es y será Alejandro.
Milagros:
ResponderEliminarQue bonita entrada has escrito hoy en tu blog. Me ha conmovido mucho.
Te mando un beso.
Gracias Alfredo, no es por quitarme mérito pero es que la pintada deja sin respiración. Caí en la cuenta ayer de que la foto tiene ya casi treinta años y está más intensa que nunca, la foto, porque el muro se acabó hace mucho, mucho tiempo.
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