07 julio 2009

.. en la calle Maudes



Me sucede frecuentemente al salir del metro en esta calle, es la estación de Cuatro Caminos, la de Madrid no la del DF, al pisar el pavimento, al alcanzar el nivel de la calle, recuerdo a Alejandro.
Esta calle era el camino diario del colegio, hasta los catorce. Hoy es la calle por la que llego a la comida familiar de los domingos. Pero sólo recuerdo haber salido de esa boca de metro una vez con Alejandro. ¿Por qué entonces se hace tan presente? Buscando la respuesta he puesto más atención a ese tramo que de tan andado he dejado de ver.
Al salir del subsuelo mi mirada está en el cielo, un cielo azul límpido protagonizado por pequeñas nubes aisladas, que intensifican en ese azul su esencia: más nítidas, más mullidas, más blancas, más deshilachadas. Nubecillas que lo cruzan lentamente como si estuvieran atentas a mi pensativo caminar.
Un cielo, por la izquierda recortado por el perfil del Hospital de Maudes; sus chopos, pegados a los muros, lo acarician con el suave vaivén del viento; sus torres de piedra blanca parecen contarle historias.
A mi derecha, hiedras que cubren el enrejado a lo largo de la calle, casi siempre solitaria. Y dentro de ese paréntesis, camino. Son domingos bañados de sol y esa luz resalta el azul del cielo, la majestuosidad de los chopos, la solidez de la piedra blanca, el silencio de la ciudad, la suave soledad, una tranquila alegría y ahí siento a Alejandro.



De ese edificio tan bello apenas sabía que tiene una planta panóptica (palabra que no olvidaré pues me la cambió Miguel Marinas por equipales) y de los artículos que encontré enlazo el siguiente que da una idea completa de arquitectura e historia: Hospital de Maudes

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