Anteayer, tenía un móvil/celular y después de cruzar Insurgentes ya no lo tenía. Sentí un joven cerca del que desconfié, y apreté mi mochila contra mí, no pensé en el aparatito en el bolsillo de la chamarra. Cuando lo eché de menos alguien me hizo el favor de marcar y marcar, y las llamadas eran rechazadas. Ni modo, ya no lo tengo. En una ciudad que no es la mía, esperaba una llamada y tenía que hacer dos o tres a teléfonos que no están en mi memoria, la cita de dentro de un rato había quedado semiabierta, confiando en el móvil para resolver cualquier imprevisto. En fin, lo que ya hacemos la mayoría casi todo el tiempo. Caminé hacia el metro Coyoacán, me sentía como si hubiera soltado lastre, el globo comenzara a subir, veía alejarse mi mundo seguro y la sensación del vuelo era espléndida, duró todo el día, especialmente cuando la imaginación había de suplir la carencia.
cargador desparejado
Me acordé de esta frase de Alejandro De todos modos, fea y todo, está curiosa la experiencia que escribió después del hackeo del blog:
3ago2007: Después de la tormenta, Sangre adentro y Ahuehuete en el Retiro.
Experiencia aquella de la que tanto aprendí en cuanto a actitud ante las vicisitudes.
Lo siento, Sra Rosario. Es la cara no siempre amable del D.F. que todos quienes hemos vivido ahi le conocemos bien. Afortunadamente no tuvo masyores consecuencias que un cargador solitario y el contratiempo.
ResponderEliminarLa verdad, la verdá que no solo pasa en esta ciudad, creo que todos podríamos contar algo así de otras muchas ciudades. Es condición humana, "va junto con pegado".
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