30 abril 2010

Tambor interno, portada





La portada la diseño Emma Ruiz, importante mujer en la vida de Alejandro.

29 abril 2010

Tambor interno 1


1


Fuimos
niños náufragos
de algo.


Adolescentes
náufragos.
Pero ahora las banderas
las izamos nosotros
y movemos

nosotros
los timones.


Absurdo es dejar
que el tiempo pasado
nos detenga.

Tenemos la vida toda abierta.


Se comprende
que pueda ser oscura,
pero en las oficinas,
los conventos,
las crujías;
oscura en los libros
o en los consejos,
pero no en la calle.


Porque en la calle se sufre
de hambre,
de frío,
de policías,
pero a la luz,
abiertamente,
mano a mano con todos.


La fe
llueve
en la calle
y anda el amor
juntando
muchachos y muchachas.


Mueren los que no creen
que la vida
se construye
a cada instante
y es hermosa.


Mueran, O sean condenados
a un millón
de latigazos
de esperanza.


Y los que en vida
se casan con la muerte,
y los cobardes
que esperaron la nueva generación
para acostarse con vírgenes,
y los que escriben
de cómo encontrar
para el amor
a la persona justa.


Mueran los que esperan sentados
que el tiempo
lo resuelva todo.

Nosotros
–hablo por mí
y por todos
los que quieran–
menores aún
–comparativamente–
hemos de exceder en estatura
a las estatuas.


Han de venir,
cuando muramos,
quienes crecerán lo doble de nosotros,
hasta que el hombre
alcance
su tamaño de hombre.

Nos importa nuestra vida.


Somos el poema-arma contra todos los estorbos:
los abuelos,
los cánones,
el régimen,
el way of life
que nos imponen;
contra el odio destilado
que vuelcan
en nosotros
los mayores.


Creemos en los hombres
que se abren la camisa,
sin vergüenza,
para que se sepa
bien
con quién se trata.
Somos los dueños
desde la segunda mitad
de este siglo
hasta la muerte.


Somos los inventores del amor sonoro.
Los amantes del amor sonoro.


Arriba, amor,
irrumpe en la calle
y haz lo que te toca.

28 abril 2010

..en este diálogo sobre la soledad

"Hay días en que la soledad es una fuerza que te aplasta contra la pared", así alcancé a describir el otro día una sensación que ya había pasado, aquí en San Luis Potosí ciudad buena para la soledad, por sus calles que desembocan en montañas, por sus gentes.

Y hoy en el Archivo de Alejandro, por fin le dediqué tiempo a la carpeta titulada "Hemisferio Sur", la tenía reservada para un momento especial. Porque ese viaje que Alejandro hizo cuando tenía treinta años, con el dinero del premio Nacional de Poesía Aguascalientes, le cambió la vida, le hizo otro, pero eso es lo más que me contó, de ahí no pasaron sus confidencias. Se me quedó como un viaje secreto.
Hoy leí los poemas que guarda esa carpeta y encontré éste, como si el diálogo que nunca existió se estableciera ahora entre nosotros:


LOS SOLITARIOS

Las horas de los solitarios
son mucho más horas
que las horas de los demás;
los días de los solitarios
se arrastran sobre la panza áspera del mundo
y llegan a la noche
con gran retardo.

Los días de los solitarios
no se dejan sumar,
se mezclan unos con otros
hasta formar una masa
que desborda los calendarios.

Los solitarios imaginan siempre
que cruzando la calle
se acabará la soledad
y caminan como ébrios
bordando espiguillas
entre ambas aceras.

Pisan el suelo de las ciudades
como si pisaran planetas
y la vista de sus ojos
se va retando a sí misma.

Cultivan con mucho cuidado
la florecita de la envidia.
Cuando alguien les pregunta la hora
mudan de color,
su corazón les late aprisa,
huyen sin saber de qué
y a los pocos pasos
se tragan la desilusión
como un pedazo de chile.
Se tienen miedo a sí mismos
y le tienen pánico a la belleza.

De pronto se sonríen
sin motivo aparente
y su mirada de borrego
suena como una campana de leproso
que aleja a los demás.

La soledad de los solitarios
es una porquería.

Los pies de los solitarios
matan la hierba que pisan.

Y como cada uno de sus minutos
es casi eterno
les alcanza el tiempo para probar,
una por una,
todas las miserias de su triste caso.


Lima, 16 septiembre de 1973

27 abril 2010

Tambor interno

Hoy comienza la publicación en el blog del último libro de Alejandro, es decir del primero, del primero escrito, pero no del primero publicado a juzgar por los comentarios que aparecen en "Poesía 1963-1993".


TAMBOR INTERNO (1974)

estos poemas aparecieron publicados en las revistas Mester y Volantín, principalmente, a partir de 1964.

a Juan José Arreola,
maestro generoso


No tengo aquí portada que escanear, ni la encontré en internet (el pasado no existe todavía en la red), estoy pensando en la posibilidad de que ni se publicara, aunque me suena que esté en casa. El caso es que hablé a Octavio Vázquez y me dijo que buscaría y me enviaría. A ver si sí.

Mañana empiezo con el primero.

26 abril 2010

.. en El Fauno



Hay días en que la soledad es una fuerza que te aplasta contra la pared.
Pero ayer domingo no fue así, cociné para los amigos, fuimos a tomar café a “El Fauno” y a continuar la plática. Al salir, las calles de San Luis eran música, conciertos que nos invitaban a quedarnos en las plazas o en los patios de edificios antiquísimos: trova, danzón, música popular.
En el "Café, Tabaco Club, Librería", así se anuncia, encontré a Alejandro, poemas de Se está tan bien aquí decoraban con cierto cuidado desorden una de las mesas, bajo el cristal se podía dejar la mirada perdida en los poemas del futuro libro de poesía más vendido de este país.
Óscar, Paulina y Andrés han creado un espacio donde es fácil entrar y difícil de abandonar, en la calle Madero casi esquina con Reforma.
Si la soledad vuelve a apretar sus tuercas caminaré hasta encontrarte.

25 abril 2010

ZAPATO PATO O LA SOLADA


ZAPATO PATO O LA SOLADA


Ya abro la puerta y dejo que entre el sol;
ahora acabará de hacerme frío esta mañana larga;
ahora veré los árboles y los lagos y los pájaros
y los automóviles y los kioskos de la Coca-Cola.

Ya voy viendo cómo produce cambio el sol
en mi ánimo y en mi temperatura;
ya casi soy feliz...

Yo conocí que te quería
en que me daba por estar contigo
a todas horas,
y conocí que te quería
en que me daba por perderte
y te perdía.
Mía de tus pechos a mi lengua.
Yo conocí que te quería
en que me daba la noche
y no se me acababa el día.

Ya sube el sol señor del bello amor
y las palabras parecen de verdad ser dichas;
nadie dice mentira a las diez de la mañana.

Tengo sabido para siempre
que despertaré tres veces
antes de morir
para decir que sí,
que tuve mucho que ver
con todo,
y con las flores.

Señor fotógrafo,
¿quiere usted ser tan amable
de tomarme una foto
con esta novia que tengo
para que pasemos a la historia
peinados
y vestidos a la usanza del tiempo
que vivimos?
No me diga que no,
voy a pagarle con dinero.

Ya va subiendo el sol,
ya van corriendo por mis venas
calores
fundidas a la sangre.

Sol. Sol. Sol.

El mapache se parece profundamente al alma
porque tiene antifaz, come sus cosas,
se dedica al amor y hace poesía.
El aura, en cambio, se desparece al alma:
vuela con alas negras, escupe lupe,
come carroña y hace negocios con la muerte;
hay que tener cuidado con el aura.

Contemplo un campo de amapolas
humeando soluciones;
sólo la flor, la pura flor;
la fotosíntesis.



Pero ya sube el sol.

Necesito una musa, no te vayas.

Ya se despeja el aire,
ya se levanta la neblina,
ya se transparenta el mundo,
ya casi te quiero, tierra mía.

Despierten del alma los mortales,
revivan los muertos de la muerte,
de cárcel se libren los cautivos,
los guerreros líbrense de guerra
y de su gobierno gobernantes,
y vivos y muertos hagan bola
y pongan atención por ver el sol
cómo en tierra cae, y va quedando.

Iba Iseo, la de Tristán, con él,
por el Paseo de la Reforma;
vestía falda tableada
y amarilla blusa frágil
y a Tristán del mundo
caballero en su caballo;
bajo la blusa le vi los pechos
que me apuntaban,
agudos,
desesperantes,
y me di por muerto.
Flores me finaron.
Ay cuánto,
una vez y otra,
andas matando
me,
Iseo,
mujer la matadora.

Corrí a la esquina
y abordé el camión
completamente equivocado
de siglo
y de esperanza.

Ya adivino,
cualquier redondez es bola de cristal;
ya te tengo, fortuna, ya te tengo.

Está el sol en alto,
yo conozco
y sé y digo
del mediodía:
ya tengo palabras para enjugar el sol;
ya le paseo por un papel luciendo,
ya le tomo del brillo de los alambres de la luz,
de los ojos de los bien despiertos
que dan y toman palabras conmigo, dos o tres,
o le tomo de plano de su siio
y os lo ofrezco:
un gran pastel de luz tengo en mi mesa.

Esto será siempre
saber de soledades,
andar en un doblez
del alma propia
gozando y regustando
y componiendo
sin que nadie se atreva
y nadie sepa.

Tiéndame la mano alguien
y no seré más artífice
pero seré
feliz...



Aquí van los últimos cinco minutos y medio de audio de "Cinco veces la flor", de María, luego llegará Tambor Interno:

Escúchalo en voz de María Aura:

24 abril 2010

.. en mangos y campechanas



No sé porque no disfrutaba yo estos sabores como ahora. Sí, si estaban ricos los mangos llegados de México en la maleta de cualquier visitante o las campechanas que siempre traía Fernando de San Luís Potosí, pero mi gran placer era ver cómo Alejandro los disfrutaba. Leyendo esta entrada de su blog: Mangos, qué jolgorio (24feb2008), quién no me entenderá.

Ahora será porque no está él o porque está, confieso que no alcanzo a discernir, me saben a gloria, cada bocado es un bocado único, ya sea el mango del desayuno o la campechana de la sobremesa y aumentan el recuerdo de ti.

23 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo, completa


Lo he publicado en fragmentos pero me pide el poema armar el audio completo:

Escúchalo en voz de María Aura:


Y le miro, y nos mira desde ese año 1966 y le escucho volver a decir:

1966.- ...Mis suegros nos ofrecen pagarnos a mi esposa y a mí una parte considerable de un largamente viaje a Europa.
Al final de este viaje tendría yo un largo poema: La Balada del Príncipe rojo, escrito a empellones, de ciudad en ciudad, buscando en él, por él, la invocación de un nuevo sol, de una nueva era, interior y exterior, particular e íntima, universal y política. Tendría yo una nueva imagen de mí mismo. el viaje duró poco más de tres meses; regresamos por Navidad, extenuados de nosotros mismos.

22 abril 2010

.. en una encuesta de Canal 22


Si me preguntan que si creo en las estadísticas diré que sí, eso es lo que estudié y a eso me dediqué algún tiempo.
Me llegó la pasada semana esta información, de una encuesta realizada en Canal 22:

Categoría literatura, mejor libro de poesía, nacional:

• Tarde o temprano, José Emilio Pacheco (FCE) , 35% de los votos.
• Se está tan bien aquí, de Alejandro Aura (Ed. Calamus) , 12%.
• Nueva memoria del tigre, de Eduardo Lizalde (Ed. FCE) , 9%


La noticia completa se titula: Novela de Villoro, la mejor de la década

Y bueno, ya se sabe que Canal 22 hace una televisión de calidad, es decir, que sus televidentes muy, muy representativos de la población no son. Independientemente de la bondad de la muestra, del rigor estadístico, me da mucha alegría. Y si el dato contribuye a que el libro sea más popular, más leído, me añadirá gotas de felicidad.

Mientras tanto, quien quiera leer el libro por Internet, o escucharlo en la voz de Alejandro, que pique aquí: Se está tan bien aquí.. Y quien quiera comprarlo que nos cuente si lo encontró.

Escojo en esta ocasión este poema del libro, con la ilusión de que brinque y brinque por Internet, para que alcance el lugar que merece:

COMO TODAS LAS VIDAS QUE SABEMOS


Escúchalo en voz de Alejandro Aura:

21 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: XVIII


XVIII

Vienen entonces la cartera y la corbata,
el casimir, las oportunidades grandes.

Dejadnos, dejadnos seguir cantando.

Viene el señor de los libros y la empresa,
el señor del serrote y los contratos.

Dejadnos, dejadnos seguir cantando.

Viene una luz, algo desconocido,
una púrpura, un deslumbro,
una realeza nueva que inventamos,
un Príncipe Rojo
que estuvimos moldeando y construyendo.

Dejadnos,
dejadnos, hermanos, seguir cantando.



Escúchalo en voz de María Aura:

20 abril 2010

.. en la lectura de El Quijote (III)



Este es el tercer capítulo que grabó Alejandro, las circunstancias me han llevado a caer en la cuenta de que faltaba aquí en el blog. Como ya conté tenía la quijotesca idea de grabar él solo toda la novela.

Aquí va el capítulo XXXV de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo:

Escúchalo:



En su blog habló de hacer la Biblioteca hablada...

19 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: XVII


XVII

–Hace cuatro siglos estoy listo,
que venga.
¿Una vez más que venga?
Una vez más que venga.
Yo estaré cantando
aunque en el viento de mi América
ande el miedo.
Y yo preguntaré,
quién quiere mi ayuda,
quién quiere la ayuda de mi brazo fuerte.


Escúchalo en voz de María Aura:

18 abril 2010

.. en mi regreso al mundo



Intenté disfrutar del vértigo de la montaña rusa en que se fue convirtiendo la semana. Pero no, no, añoré la estabilidad. Y me dejé llorar, y salieron lágrimas del pasado.

Me dijeron que el tezontle era esta piedra del centro histórico de la Ciudad de México y me acordé de este verso
"Flota la tristeza
como una piedra de tezontle
"

de Alejandro, y sentí como él se va diluyendo y su poesía solidificando.

17 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: XVI


XVI

Nosotros,
(este solitario hambriento,
esta herencia de fuego recogida,
nosotros,
este recaudador de puerta en puerta)
nos paramos a comer granada
con la inocencia del artillero inculto.


Escúchalo en voz de María Aura:

16 abril 2010

.. en un disco de Olimpo Cárdenas


Caminando por el centro de la Ciudad de México me topé con este CD:



Lo demás dejo que Alejandro lo cuente (publicado en sus "Cuentos y ultramarinos"):


DE LUTO EL CORAZÓN

Estoy oyendo un disco de Olimpo Cárdenas que acaba de llegar a mis manos, unos amigos me lo trajeron de México junto con varios de danzones que les encargué, aunque éste no tiene nada que ver con el danzón. Es decir: operó el azar que maneja los conductos más estrechos de la verdadera vida.

Siempre me ha gustado oír cantar a Olimpo Cárdenas, quien junto con Julio Jaramillo acompañó mis primeros enamoramientos y mis primeros vasos de cerveza bebidos para construir el puente de las lamentaciones de mi adolescencia; me es entrañable. Pero resulta que Olimpo Cárdenas es mi hermano.

Fue, más bien, porque hace algunos pocos años que murió sin que nos conociéramos, sin que yo tomara la determinación de ir a buscarlo y, en todo caso, a dirimir por último el asunto: si sí o si no. Esta declaración puede causar revuelo, lo sé, porque es bastante improbable y escasean las argumentaciones para sostenerlo, además de que ninguna persona decente y sensata se va a poner a averiguar algo tan delgado con los jirones de intuición con que me he atrevido a hacer esta declaración.

Me cuelgo del delgado hilo de la memoria de una noche en que mi papá, don Olimpo Aura, me contó, copas de por medio, que había viajado alguna vez, de joven, por América del Sur; lo que no recuerdo es si fue en la misma ocasión o en otra que me dijo, porque lo oíamos en la sinfonola de la cantina: “ese Olimpo que canta es tu hermano pero yo no lo reconocí porque no quería tener hijos putos”.

Yo me llamo Alejandro Olimpo, debo aclarar; nombre que no es común y que no usé para reconocerme porque no me cabía en la cabeza que un nombre tan peculiar pudiera ser de nadie más que de mi papá. Para mí, Alejandro estaba bien y era bastante. Sin contar con que los roces de clase con que nos criaron le ponían al nombre de mi papá algo de vulgar, de indio, de moreno, de menor. ¡La Grecia disminuida en mi colonia!

El delgado estilete de la duda se me clavó desde entonces en ese acogedor lomo que es la memoria, que nunca se pudo jugar a muerte ninguna carta, ¡pobre!, y dejé pasar toda la vida gracias a las pocas molestias que en esa pulpa blanda y acomodaticia me causaba.

¡En mala hora! Porque hace dos años, que estuve en Ecuador, ya muerto Olimpo, ambos Olimpos, pude haber intentado saber algo. Pero en realidad lo que no quería era saber. Saber, ¿para qué? ¿Para juzgar? Yo no he querido saber nada del pasado de mi familia; siempre me he sentido el primero de mi dinastía y he tenido la sensación de que a partir de mí comienza un árbol genealógico cuya semilla cayó en cualquier campo inculto y que con su propia fronda y sacrificio va creando el limo en el que prosperarán otras generaciones, si es que algo prospera con el paso del tiempo.

La violenta expresión de mi papá no me impresionó más allá de la ternura pero el hecho es que no hice caso de la confidencia, me pareció puntada de borracho y francamente no me sonó a nada.

Han pasado los años, que siempre anuncian que lo que se ha quedado atrás no volverá, y estoy oyendo a Olimpo Cárdenas y pensando que ya todos estamos muertos: Olimpo Aura, Olimpo Cárdenas y Alejandro Olimpo, por más que yo sea remiso un soplo a lo irremediable. Pero no entraría a este juego especulativo, teniendo todavía el mínimo uso de la palabra, a pesar de la tremenda declaración de mi padre, si no estuviera viendo la fotografía de mi hermano Olimpo en el disco. Es el eslabón perfecto entre mi papá, el cretino de mi hermano mayor, mis hermanos menores y yo. La frente, los pómulos, la nariz, la complexión: somos el mismo. La tristeza en los ojos no sólo es suya, nos es común; no sé de qué generación nos venga pero la reconozco en todos los hijos de Olimpo. Y la boca: juro que ninguna mujer que me haya sido leal puede decir que es de otra estirpe.

Y lo oigo. Oigo cantar a Olimpo Cárdenas. Oigo su voz que podría ser la mía. Lo oigo con la devoción creciente con que siempre lo he oído, aunque le haya pagado con el tributo de mi abulia. Pero si mi papá me dijo que era mi hermano, y pasaron como veinte años antes de que se muriera (él, el cantante, mi hermano) y tiempo tuve de sobra para procurar la respuesta; ah.

Pobrecito de mi papá que declamaba con voz aguda y lacrimosa y pensaba que un cantante que no fuera barítono tenía que ser puto y me privó de la única herencia que le habría agradecido hasta el éxtasis, la de tener cerca a mi hermano Olimpo Cárdenas.

15 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: XV


XV

Luego seguí cantando,
los nombres de las calles tienen música,
los muebles y mis amigos perdidos
tienen música.
Como un carbón mineral sigo cantando,
van adhiriéndose a mí todas las sílabas;
ya nada hago tal vez
y sin embargo crezco
para unos labios futuros.
Debajo del sol, un día,
alguien descansará de su trabajo,
comerá una tortilla,
tendrá un hijo,
(estoy completamente seguro)
contará estas flores conjugadas.


Escúchalo en voz de María Aura:

14 abril 2010

.. enredado con José Luis Cuevas


No sé si quiero contar, se van enzarzando las casualidades y me abruman. En aquella semana todo giró entorno a José Luis Cuevas y lo dejé pasar, hoy sí, aquí va:

* Un mensaje de Alonso Barrera hablándome del poema para iniciar el montaje sobre “Cuentos y ultramarinos”: Un soliloquio de José Luis Cuevas.

* El artículo de Elena Poniatowska, en La Jornada, donde Cuevas nombra a Aura: Esto no tiene remedio José Luis Cuevas.

* El libro en casa de Octavio Vázquez:



* Con un prólogo de Alejandro, editado en 1997. Qué vueltas da la vida, cómo lee uno depués de que llegó el futuro y nos mordió con rabia los talones y embarró los días, los que iban a venir nuevecitos y planificados. ¿Quién se atreve a decir futuro?.

Volviendo al libro, lo deboré buscando qué escribe Cuevas sobre “La enfermedad de Bertha” y ... celebré infinitamente que incluyera el prólogo que aquí os comparto:


PRÓLOGO A CUEVAS

He estado remoloneando varias semanas con el prólogo que me pidió Octavio Vázquez para este libro. Más que nada porque, aunque no soy trabajador, he estado abrumado de trabajo. Soy, además, de los que eluden la enfermedad y la muerte a toda costa; no quiero tener nada que ver con esas cosas que les ocurren a los demás. Pero como quiero a José Luis y a Bertha, y los admiro, llegó un momento en que la conciencia me dijo que ya me estaba yo pasando de evasivo y que tenía que leer los trabajos del Cuevario referentes a La enfermedad de Bertha, los que forman esta edición parcial del vastísimo material escrito por José Luis.

Me duele que Bertha se haya enfermado y me alegra muchísimo que le detectaran a tiempo el mal y lo pudieran conjurar. En esos días aciagos la vimos en Zihuatanejo, Carmen, nuestros hijos y yo, y no parecía estar dispuesta a deponer su fortaleza. Sí: vivirá ciento veinte años y contará, sin poderse quedar quieta frente a su tejido, aquellos años locos del fin de Siglo en que hasta cáncer tuvo.

Como quiero mucho a Octavio y no sé decirle que no, lo primero que pensé, cuando me pidió que escribiera algo para un libro de Cuevas fue hablar de su trabajo como artista, y eso me pasó más que nada por disperso, porque no puse atención a lo que me pedía, porque no me percaté del tema sino del personaje, y anoté estos sencillos trazos: “Aunque el protagonista único de sus dibujos sea nominalmente él mismo, Cuevas no hace otra cosa que dibujar a los mexicanos de su época, al prototipo de sus contemporáneos.”

Ya que releo mis notas primeras, pienso que José Luis Cuevas es semejante a sí mismo en todo lo que hace, escrito, hablado, dibujado…

“Sus dibujos son la inmolación constante de sí mismo en el altar de su devoción: los seres de su tiempo.”

Y ahora se me ocurre que su visión más que regional es universal, que Cuevas, y por eso su obra toca la puerta espiritual de todas las sensibilidades, es un artista total. Dije antes mexicanos, pero corrijo: humanos.

“Nos mira a todos con ojos voraces, ve nuestros gestos, coge nuestras actitudes, se alimenta golosamente del aura que nos envuelve. Y queriendo ser parte del ser de todos acaba por ser sólo el espejo, el niño ajeno, el ojo que llora."

“Cuevas nos representa como no queremos ser representados, nos hace feos, sórdidos, agazapados, tristes, débiles, ateridos. No hace concesiones, por más que diga con sus palabras lo que no dice con su obra gráfica: los extraviados ojos de sus dibujos, gelatinosos, dispersos, no saben nunca hacia dónde mirar; si acaso, ven al frente, en donde el pintor, azorado, los crea sin darles respuesta; no hay ninguna esperanza. Cuevas no tiene esperanza en este modo de ser, no ve ni ofrece ninguna salida; la escapatoria es la belleza, pero estamos tan lejos, tan lejos…"

“A ver, déjenme equivocarme: Cuevas quiere ser todos los personajes de su tiempo porque le parece poco ser nada más él mismo, o porque le parece poco lo que es y necesita ser todos”.

Cuando escribí estas breves notas no estaba pensando en el Cuevario sino en sus dibujos, pero al leer las páginas que ustedes leerán, que están llenas de sencillas declaraciones de sentimientos comunes de la vida real, me di cuenta de que Cuevas es un cuerpo sólido, muy sólido: José Luis Cuevas es un modo de ser.

“Puesto ante los dibujos de Cuevas soy como el lector conmovido de unas páginas de exquisita escritura; sé que el autor las tiene todas consigo, que no me soltará de la mano cuando me haga asomarme al abismo –y lo hace con frecuencia-, que el dar infinitas vueltas en la misma habitación a lo largo de los años no es sino constancia, amor a lo que ve, fidelidad al dolor que lo tiene cautivo.

“Cuando todo esto haya pasado y los habitantes de un país que quizás tenga el mismo nombre que ahora tiene nuestro territorio se asomen a su tormentosa historia, encontrarán en los dibujos de José Luis Cuevas el retrato perfecto de una época malhadada del mundo."

“Eso veo en la obra de Cuevas”.

Pero no, yo estaba pensando en otra cosa; no había leído los Cuevarios y andaba muy lejos del gemido de Cuevas por la enfermedad de su compañera. Qué Cuevas tan apesadumbrado y atónito, a pesar de su trato constante con la enfermedad, de su presunción de ser un hipocondríaco consecuente y creativo, a pesar de los recursos físicos y espirituales abundantes para hacer frente al trance. El Cuevas que se lee en las páginas de este libro, con todo, y sus exabruptos de machismo, de mundanidad probada (el escudo cosmopolita es también un uniforme de época), de deferencia social, es un hombre frágil, tierno, bobo, azorado ante el hecho brutal de la fragilidad de la vida. Ah: lo mismo que antes había detectado en su prodigiosa obra de artista.

Qué bueno que me sobrepuse a mí mismo. Ya me había ocurrido antes, cuando escribí el improbable poema Un soliloquio de José Luis Cuevas.

Alejandro Aura

13 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: XIV


XIV

–Yo metí las dos manos en la lumbre y dije:
mi hermano llegará esta noche a las estrellas
porque desde pequeño está saltando.
Yo metí las dos manos en la lumbre y dije:
para el amor un colchón grande,
una escoba y un plato,
un martillo, un durazno y un collar brillante.
Yo metí las dos manos en la lumbre y dije:
duele,
y comenzaron otra vez a retoñarme.


Escúchalo en voz de María Aura:

12 abril 2010

.. en sus hijos




Hoy estuve con los hijos de Alejandro, y resulta que está y no está, son tan diferentes, pero quedan rastros, mandíbulas, manos, gestos, perfiles.
Vi a todos, Pablo, Juan, María. Incluso a Cecilia.

Quizá todavía me quede algo que aprender, algo que aportar. Soy consciente. Miro el atardecer y soy prudente como el árbol.

11 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: XIII


LA BALADA DEL PRíNCIPE ROJO

XIII

(Qué feas las explosiones;
alguien dice la cifra,
el avión, el uniforme,
tantos mil pies
sobre el nivel del árbol,
tantos mil muertos
por kilómetro;
abajo todos nosotros
–¡Todos!–

y arriba el sol cantando.
Qué feas,
qué feas las explosiones.)


Escúchalo en voz de María Aura:

10 abril 2010

.. al oír la palabra chipil


El otro día volví a escuchar la palabra chipil, y solo se la había oído a Alejandro, sentí el eco dentro de mí y la ternura con la que decía: “ese niño está chipil, que se levanten y lo abracen, es lo único que podrá calmarle”, era el vecinito de arriba, como de un año, llorando desconsoladamente en las noches, antes de que naciera su hermanito.

El mismo idioma sí, pero cuántas veces Alejandro utilizaba una palabra o una expresión, o yo, y teníamos que explicarnos qué estábamos queriendo decir, a veces ir a buscar el diccionario a ver qué tenía que aportar o de qué lado de la discusión se colocaba, o preguntarle al tío google.
No siempre la RAE daba respuestas o respuestas satisfactorias, por eso Alejandro incluyó su imprescindible GLOSARIO, que explica así en su entrada titulada Tres cositas:


Y otra cosa que les quiero decir, ya que hicimos miscelánea, es que puse la página que llamé glosario para meter ahí las voces que me parece que no se entienden porque son de uso local en alguno de los países en cuyas palabras vivo, para no llenar la bitácora de explicaciones. Así que cuando encuentren un término que no sea de uso común en su localidad y se les escape el sentido búsquenlo en el glosario y si no lo encuentran por favor avísenme que lo ponga para que otros lectores no se pierdan en el abismo insondable y negro de la incomprensión. Yo los mandaría de mil amores al diccionario pero hay tantas palabras que no están o están mal explicadas que mejor lo hice así. No crean que me gusta hablar mal del diccionario sino que el vocabulario de un idioma tan extendido como el nuestro rebasa a los académicos y los deja mirando pasar parvadas de giros que no saben cómo apresar. Nomás oyen pasar sus trinos.


Y para mí ese esfuerzo, buscar las palabras precisas, era como bucear a las profundidades del lenguaje y encontrar tesoros que iban fortaleciendo nuestra relación.

09 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: XII


LA BALADA DEL PRíNCIPE ROJO

XII

Y dijimos entonces:
andando el tiempo
volverá el papagayo grande con sus alas:
color y luz, vacío y sombra,
y hace un ruido muy fuerte cuando vuela
y hace un ruido muy fuerte cuando canta
y hace un ruido muy fuerte cuando está callado y quieto,
pero es el papagayo que se va y regresa,
bate y bate sus alas fofas y verdes
y hace ruido
pero es el papagayo,
pero es solamente el papagayo.


Escúchalo en voz de María Aura:

08 abril 2010

.. en las toronjas


Allá, en España, les decimos pomelos y tiene fama de ser excelente fruta. Yo comencé a tomarla por y con Alejandro. Las vi en el mercado de Hidalgo ayer, no tomé foto, ni supe traerlas a casa, a ver si mañana.
Es que Alejandro, ante mis ojos atónitos, las preparaba de una manera especial, la partía en dos y urgaba en cada gajo con un cuchillo de punta curva para sacar la pulpa, que colocaba en un plato, del que yo comía con gusto y extrañeza de tanta delicadeza y generosidad. Me la ofrecía como si me ofreciera un poema, y así la paladeaba yo.

Prometo una foto de su apagado naranja y redondez generosa.

07 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: XI


LA BALADA DEL PRíNCIPE ROJO

XI

–Estas flores estuvieran buenas
para formar un ramo grande;
éstas, para la danza sin fin
de una pequeña abeja;
ésta estuviera buena
para regalársela a un niño solitario;
éstas no,
porque nuestro continente está muy lejos;
y éstas,
(tantos procesos,
tantos juicios)
éstas no sé,
tal vez para resucitar un guerrillero.


Escúchalo en voz de María Aura:

06 abril 2010

.. en un poema de Antonia Robles Aragón


Me envió este poema su autora. Y aquí lo presento, una pieza más del mosaico de lo "dedicado a Alejandro".

Gracias, Antonia.


TINTA LUNAR


Tomo la pluma
para escribirte un verso,
poeta condolido por la palabra muerta;
pero ha de ser ahora
justo cuando la copa
que guarda tus cenizas
te evapora.


Luces como un bonsái
a medio foro,
como un fruto de olivo
consagrado a sus contornos oro
en el amanecer de un día cualquiera.

Y es tu teatro y es la ciudad
que un día rescataste
con toda sus ventanas
y sus puertas

y es el icono de la palabra cierta
en que te beatificas ya sonoro.

En diamantada lluvia
de la tierra hacia el cielo
te incorporas

y retumba la hora en la campana
donde se edita el alba con tu nombre.


Poliniza la página que ahora
requiero del rigor de la farola.

Ya eres tinta lunar papel-estrella
connotación solar
ave canora

en el iris del arco
en el arco del iris
tú, aura de arco iris
Alejandro.



05 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: X


LA BALADA DEL PRíNCIPE ROJO


X

Este loco encendido,
vuelta y vuelta en el aire,
hijo y padre del mundo,
vuelta y vuelta en el aire,
rojo y cálido y bueno,
vuelta y vuelta en el aire,
¿es el Príncipe Rojo,
es el Príncipe Rojo?


Escúchalo en voz de María Aura:

04 abril 2010

.. en las nubes


No sé que guardan las nubes, ¿las despedidas de los que se van, las miradas de los que nos quedamos, lágrimas de ángeles, ríos de imaginación, gotitas de magia?. Esas efímeras obras de arte, ¿qué contienen?.
A veces tomo mezcal y otras paisajes de nubes, esté donde esté, sé que cuidan mis sueños. Y un día soñé que Alejandro era una nube. Desde antes leía sus mensajes efímeros y esenciales, dejaba que mis ojos se deshicieran en su deshacerse, para escuchar cada hilacha, cada matiz, para aprehenderlas, para respirarlas.
Quizá sea yo “nefelibata contenta” como el del poema Mar Latino de Darío que Alejandro me enseñó, poema y palabra, palabra que paladeaba al pronunciar: nefelibata: persona soñadora que anda por la nubes (dice la RAE).

Ando por la nubes que fotografía mi hermano, Adolfo, haciendo perdurable su brevedad: De nubes y luces en el cielo. Y hoy camino por ésta que fotografió Rosa, mi hermana:


la nube que ayudó a construir la historia: un poeta y un ahuehuete.

03 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: IX


LA BALADA DEL PRíNCIPE ROJO


IX

Había una vez un resplandor muy fuerte
con un arcoiris en el centro.
Nadie sabía qué cosa eran los lirios
ni qué cosa tan grande eran las rosas.
Estaban los nopales gordos en la sombra
como esperando, como esperando.

Las tunas estaban blancas
en los nopales
y el polvo no se movía
y el polvo no se movía.
Los cactos estaban blancos
como muchachas descoloridas
y el polvo no se movía
y el polvo no se movía.
No había pájaros en las jaulas
ni nada que hiciera ruido.
Ni los jilgueros, ni los jilgueros.

(Era de una vieja familia
que hacía pan.
Era de una vieja familia
que labraba y contemplaba;
se encantaba con el mar
como una gaviota transparente;
y cantando siempre
era un niño loco
que daba vueltas al mundo.

–Ah, dijo la salamandra,
y haciéndose pequeña
se metió en el río.

Era de una vieja familia
que hacía cabriolas en un reloj.
Y sobre todo,
era de una vieja familia que cantaba.
Es éste su origen más remoto:
una vieja familia real
que trabajaba.)

Entonces vino la corte de los colores,
la rueda de los oficios.
Y aunque no me crean,
aunque parezca cuento,
el resplandor que digo,
era del sol.


Escúchalo en voz de María Aura:

02 abril 2010

.. en el susurro de las jacarandas.




estalla su azul violáceo, se asoman acá y allá entre las ramas de los árboles sin flor, alfombran el suelo y el cielo, platean al atardecer cuando la ciudad se va apagando; crece mi asombro, crece, cierro los ojos para abarcarlas, nunca antes las vi florecer y susurran un recuerdo imposible: paseo bajo un túnel de jacarandas de la mano de Alejandro.


Quizá obtuve ese recuerdo de la lectura de “URBIS VS NATURA”:

Desde abajo, desde el pequeño jardín suben las frondas del izote, del ciruelo, de la higuera, de un eucalipto de redondas hojas tornasoladas, una jacaranda que en abril estalla y enloquece a todos los personajes que van saliendo de mi computadora y se enfrentan a ella como su primera imagen de la vida y van con ese plúmbago trauma por el mundo, y un piñón colosal que no me quieren podar por menos de quinientos pesos y que tiene ya varias ramazas secas.


Y yo sea uno de esos enloquecidos personajes.

01 abril 2010

La Balada del Príncipe Rojo: VIII


LA BALADA DEL PRíNCIPE ROJO


VIII

Mira este pantalón absurdo
y estos dientes de plúmbago sin cielo
y este cocinero paralelo al fuego
y solo
y sorprendido
y este plato caído en la desgracia
y este sombrero frío que anda a tientas
y esta camisa flaca en pleno día
y por todas partes
esta manera nueva de estar el barro crudo,
de estar el santo blando
aguantando su amasijo;
mira estos enjutos bueyes dormecinos
mira esta muchacha pobre
(yo me casaría con ella
todas las veces de la margarita
y toda la gente se iría contenta a su telar,
uno tejería una cobija grande
con flores rojas y amarillas
y otro,
unos guantes gruesos de lana blanca
y otro
hilaría una cuerda larga como el meridiano),
¿no te dan ganas de llorar, Antonio?
Mira cómo parece
que yo no dije nada.


Escúchalo en voz de María Aura: