Sus poemas
y todos aquellos lugares,
reales o virtuales
en los que encontrar a Alejandro Aura.
29 abril 2010
Tambor interno 1
1
Fuimos
niños náufragos
de algo.
Adolescentes
náufragos.
Pero ahora las banderas
las izamos nosotros
y movemos
nosotros
los timones.
Absurdo es dejar
que el tiempo pasado
nos detenga.
Tenemos la vida toda abierta.
Se comprende
que pueda ser oscura,
pero en las oficinas,
los conventos,
las crujías;
oscura en los libros
o en los consejos,
pero no en la calle.
Porque en la calle se sufre
de hambre,
de frío,
de policías,
pero a la luz,
abiertamente,
mano a mano con todos.
La fe
llueve
en la calle
y anda el amor
juntando
muchachos y muchachas.
Mueren los que no creen
que la vida
se construye
a cada instante
y es hermosa.
Mueran, O sean condenados
a un millón
de latigazos
de esperanza.
Y los que en vida
se casan con la muerte,
y los cobardes
que esperaron la nueva generación
para acostarse con vírgenes,
y los que escriben
de cómo encontrar
para el amor
a la persona justa.
Mueran los que esperan sentados
que el tiempo
lo resuelva todo.
Nosotros
–hablo por mí
y por todos
los que quieran–
menores aún
–comparativamente–
hemos de exceder en estatura
a las estatuas.
Han de venir,
cuando muramos,
quienes crecerán lo doble de nosotros,
hasta que el hombre
alcance
su tamaño de hombre.
Nos importa nuestra vida.
Somos el poema-arma contra todos los estorbos:
los abuelos,
los cánones,
el régimen,
el way of life
que nos imponen;
contra el odio destilado
que vuelcan
en nosotros
los mayores.
Creemos en los hombres
que se abren la camisa,
sin vergüenza,
para que se sepa
bien
con quién se trata.
Somos los dueños
desde la segunda mitad
de este siglo
hasta la muerte.
Somos los inventores del amor sonoro.
Los amantes del amor sonoro.
Arriba, amor,
irrumpe en la calle
y haz lo que te toca.
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Me ha gustado mucho!
ResponderEliminarEnorme poema...
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