1966.- ...Mis suegros nos ofrecen pagarnos a mi esposa y a mí una parte considerable de un largamente viaje a Europa.
Al final de este viaje tendría yo un largo poema: La Balada del Príncipe rojo, escrito a empellones, de ciudad en ciudad, buscando en él, por él, la invocación de un nuevo sol, de una nueva era, interior y exterior, particular e íntima, universal y política. Tendría yo una nueva imagen de mí mismo. el viaje duró poco más de tres meses; regresamos por Navidad, extenuados de nosotros mismos.
Bonita casualidad, gracias.
LA BALADA DEL PRíNCIPE ROJO
para Rosa Ma. García-Ascot
I
El mundo se abre en dos cuando amanece
y entre las dos mitades,
perseguidos y amados como los pájaros,
cantamos.
Quién abre la canción,
quién canta,
¿quieren saber los niños quién les canta?
Canta el príncipe Rojo su balada,
canta el Príncipe Rojo su balada.
Pues a esto hemos venido,
cercanos desde el mediodía
y tallando y tallando, felices,
como un trasatlántico al mar.
(¿Quién viene y te baja el sueldo, cantor,
como a sacristán de aldea?)
Quién abre la canción,
quién canta,
¿quieren saber las gentes quién les canta?
Canta el Príncipe Rojo su balada,
canta el Príncipe Rojo su balada.
Día de la yesca y el pedernal:
cantaremos sandeces montados en el pretexto del poema,
al fin el tiempo nuestro, el tiempo nuestro...
Palafrenero, suéltanos la mano.
(Dadme una palanca
y moveré el mundo.
Dadme una palanca más
y alzaré mi columna vertebral
hasta ser un personaje completamente vivo
que cuenta los centavos de su bolsa
y canta en el baño su balada.)
Quién abre la canción,
quién canta,
¿quieren saber los viejos quién les canta?
Canta el Príncipe Rojo su balada,
canta el Príncipe Rojo se balada.
Bien nos haya a los que nacimos desnudos en la tierra
con un lunar idéntico en el alma
porque sólo nosotros,
sólo nosotros nos asentamos de lleno en la locura.
Y andando, clarín, que se hace tarde.
Escúchalo en voz de María Aura:
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